La ética del amor propio, presupone en todo momento no sólo la relación
persona-persona, sino también la relación hombre-cosa, hombre-mundo
y hombre-vida en general.
Los modos de apropiación que el hombre pone en juego en estas
múltiples relaciones pueden ser de distinto tipo: cognitivo (científicofilosófico),
mítico-religioso (basado en creencias en seres sobrenaturales)
y práctico-utilitario (intereses instrumentales).
la relación del hombre, tanto con
lo humano como con lo no-humano, está mediada siempre por valores
o antivalores, dado que en tanto ser libre, ambiguo y contradictorio, su
accionar no puede ser indiferente al bien y al mal, a lo moral y lo no moral,
a lo recto y lo no recto.
Uno de los valores morales fundantes en toda manifestación humana
del amor a lo otro, es el valor respeto, principalmente, el respeto a
la vida, a la naturaleza y a la humanidad entera.
Una concepción del valor respeto que es congruente con la visión
que acabamos de expresar, es la que sostiene el filósofo francés Emmanuel
Lévinas, quien ha establecido los términos de lo que denomina
una metafísica respetuosa, a partir de la cual define al individuo respetuoso
como aquel que es capaz de reconocer la alteridad de los otros: E l sujeto
moral es aquel que reconoce la diferencia de los otros, que la respeta y es responsable
de ella ... E l y o moral, así definido es un sujeto respetuoso, no imperialista.
Desde esta perspectiva filosófica, el sujeto ético respeta la alteridad
y/o diferencia de lo otro y, además, se hace responsable de dicho acto.
El respeto puede ser de dos tipos: activo y pasivo. El activo es aquel
que el sujeto se da a sí mismo como resultado de su propia deliberación
moral, mientras que el pasivo, es asumido por temor y miedo al castigo
impuesto por una autoridad externa.
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